martes, 21 de febrero de 2012

¿Y qué importa?

¿Y qué importa si no vamos a ningún lado, si todo queda en esto y nada más ni nada menos?
¿Qué importa? Si me haces sentir con vos a la distancia, si me llenás de música y de sonrisas.
Si se justifica mi desvelo, porque siempre queda algo para decir.
Si la curiosidad mata al gato, y la ansiedad es enemiga... ¿Qué importa?
Si ahí está Viceversa, surgiendo de algún rincón olvidado.
Todo lo demás, son apenas circunstancias...


viernes, 17 de febrero de 2012

Silencio Hospital (lo que nadie dice)



“Tener un hijo es lo peor del mundo” – pensó, sentada en la sala de espera del quirófano. Miró llorar a esa pareja, y sin saber por qué sintió esa solidaridad que uno descubre cuando es padre. Sintió el nudo en la garganta y puteó para sus adentros. Miró al otro que estaba sentado justo frente a ella, y lo encontró tratando de disimular sus ojos enrojecidos. Todos sin hablarse decían lo mismo, se comprendían, se acompañaban. 

Nunca imaginó el dolor que iba a sentir al firmar ese contrato con la vida, ese que nunca caduca ni expira, ni es rescindible. Sentía muchas veces que había parido ni más ni menos que una eterna dependencia. Sentía que sin querer, había aceptado transitar nuevamente los caminos impensados e irrepetibles de la infancia, pero desde su lado más oscuro. Repasó mentalmente una cantidad de situaciones a las que ya se había acostumbrado. Ver sus ojos cerrarse cada noche, y acercarse de madrugada a ver si respiraba… Ese maldito temor a perderlo, ese amor enloquecido y frenético. Ese puñal tierno clavado en el pecho y vivir desangrándose de amor, dulcemente. Cada línea de fiebre en el termómetro le pareció un castigo injusto, y los ahogos y los chichones, y cada llanto nocturno que le quitaba horas de descanso…

Abrieron la puerta y saltó en la silla. “Todo salió bien” – le dijo el médico, todavía detrás del barbijo. Después de eso, sólo sintió el mareo y la necesidad de abrazarlo tan pronto como fuera posible.

Media hora más tarde, envuelto en una horrible sábana verde él la miraba con los ojos achinados, estiraba sus brazos y le decía “mamá”.

“Tener un hijo es lo mejor del mundo” – pensó, mientras él apoyaba la cabeza vendada sobre su pecho, y se disponía a amarla.

martes, 14 de febrero de 2012

Ausencia


Acostumbrarse a la ausencia es nunca estar solo. La ausencia es fiel y es compañera. Sentir el hueco que nos dejó quién sabe quién, quién sabe cuando, y convivir con eso. Vivir en una pesadilla permanente, queriendo despertar y sin poder hacerlo. La sensación de nunca estar solo, sin estar completo. Y eso de buscar desesperadamente en los ojos ajenos el refugio que no recordamos haber perdido. Es una amnesia profunda, una náusea cotidiana, es el dolor punzante en los brazos que no abrazan, en la boca que no besa. Te acompaña la ausencia y se te hace carne, te respira en la nuca, se duerme con vos cada noche y te canta. Es un lamento constante, un llanto lejano a plena luz del día que no podes dejar de escuchar, aún en medio del ruido y el tumulto callejero. Tu ausencia me acompaña, a cada paso. Me da la mano y me ayuda a seguir caminando. Me estoy enamorando de tu ausencia, llena de preguntas sin respuesta.