miércoles, 26 de junio de 2013

Reconstrucción

Nadie dijo que fuera fácil. Tampoco que fuera difícil. El tema es que, dicen, debemos superar algunas cuestiones en nuestras vidas, cuestiones más o menos traumáticas que nos atravesaron en algún momento y que hay que ver cómo sobrellevar, y si es posible dejar atrás.

Dentro de esta categoría de situaciones traumáticas podemos hablar de duelos, de separaciones, de pérdidas que nos marcan inevitablemente y que nos obligan a hacer un proceso y cambios, internos y  externos.

Muchas veces se trata nada más ni nada menos que de rearmarse anímicamente, de reconstruirse mentalmente frente a algo que nos dejó pedaleando en el aire o estrellados contra el piso. 

En un primer momento uno siente la devastación, el dolor, mira alrededor y ve todo en ruinas. Y frente a eso, es incapaz siquiera de mover una mano para correr un cascote y dar un paso, o al menos de sacudirse el polvo. Este es el momento inmediatamente posterior, ese momento en que uno se da cuenta de que algo pasó y de que ya nada es lo que solía ser. Al momento uno yo lo llamaría "el momento inmóvil". 

Luego, durante un tiempo, se aprende a vivir en medio de las ruinas, a caminar entre escombros, en un espacio desolador, triste. Uno se acostumbra a la nada, al transcurrir de los días en un sinsentido permanente, pero aún así tolerable. Al momento dos yo lo llamaría "el momento gris".

Después de esto, dicen, hay que salir del agujero interior. Debería uno empezar a sentirse un poco mejor, a retomar contacto con lo mejor de la realidad y de la vida: con el placer. Esta quizás sea la parte más difícil. Hay que remover los cascotes, limpiar el terreno para poder ver claramente otra vez dónde estoy parado. A este momento yo lo llamaría "el momento limpieza".

Al fin, uno vuelve a sentirse a bien. Logra rearmarse, conectarse y disfrutar. Vuelve a ver con claridad y a respirar con cierto alivio. Este para mí sería "el momento luz". Pero esto es lo que dicen, yo aún no lo sé. Porque en alguno de los momentos previos me quedé varada, y si no me quedé, al menos suelo regresar de vez en cuando. 

Hace poco alguien me dijo: "a vos hay algo que no te deja disfrutar de la vida". Chocolate por la noticia, pensé. Pero es cierto que aún hay algo, algún proceso que no logro hacer, alguno de estos "momentos" que no logro atravesar para avanzar. ¿Será eso? ¿O será que esta teoría no es más que eso y que una vez que todo se cayó y se hizo añicos entonces ya nunca más se vuelve a estar bien? Resiliencia, divino tesoro. Eso me viene a la cabeza. 

Los tiempos propios para superar ciertas situaciones en la vida, a veces no son los esperables o los necesarios. Claro que en la mayoría de los casos estamos hablando de las expectativas y las necesidades de otros y no de las propias. Resulta que uno a veces hasta se apropia de las expectativas y necesidades ajenas y quizás ahí esté el problema. O quizás en que uno crea que la inmediatez en la recuperación es lo que garantiza la sanidad mental. 

Lo que yo creo es que, si existe la voluntad de estar mejor, entonces estamos bien encaminados. Probablemente a algunos se nos haga más difícil que a otros. Pero para qué comparar... Hay que confiar  en que uno tiene la capacidad de seguir viviendo, de seguir amando, de seguir creyendo, aún después de haber caminado entre fantasmas por un tiempo.