sábado, 7 de enero de 2012

Significado

"Teniendo en cuenta

que ni tú eres lo que yo necesito
ni yo soy lo que buscas
podría decirse
que hemos tenido mucha suerte
al encontrarnos".


A veces se confunden 
y el deseo es reclamo, 
y la dependencia, ganas.
Yo empiezo a sentir que las ocupaciones se convierten en ausencia,
que los encuentros dejan de ser compañía
y que los compromisos pasan a llamarse terrores.
A veces todo deja de ser para aparentar. 
A veces no nos encontramos, 
porque ni somos lo que queremos, ni queremos lo que buscamos.
Pero a veces, solo a veces
nada es como parece.
Y mientras yo sigo llamando a tu silencio, olvido
y a mis recuerdos, idiotas
vos vas por ahí como si nada de esto tuviera algún significado.





martes, 3 de enero de 2012

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Tomó conciencia de que le había escrito una cantidad incontable de mensajes. Le había hecho llegar algunos de ellos (más de los hubiera querido) y algunos otros aún los guardaba en un cajón, en su teléfono celular, o en la bandeja de salida de su cuenta de correo. Gran parte de su producción escrita había sido dirigida a él, o hablaba de él. Eso la enojaba un poco, la hacía sentir dependiente y obsesiva, nada de lo que estuviera orgullosa.

También había notado que cada vez que empezaba a escribir pensando en él la invadía una enorme frustración. Sabía que obligarse a ser creativa, simpática, ocurrente o precisa no iba a modificar en lo absoluto su actitud, esa actitud distante y displicente que lo caracterizaba. Sólo se consolaba un poco pensando que escribir era algo que hacía porque era un buen ejercicio… Sabía que no era cierto. Lo hacía cada vez que pensaba en él.

Escribir le gustaba mucho, pero en realidad, escribirle a él era lo que le gustaba. Desde el principio, era casi la única forma de comunicarse que utilizaban. Rara vez hablaban por teléfono o en persona. Nunca había mediado entre ellos la taza de café que justifica una charla. No sabía por qué, pero tenían un acuerdo tácito de mantener la distancia y para eso, no escucharse ni mirarse era efectivo. O al menos eso era lo que él creía. ¿No sabía acaso que la única manera real en que ella se le acercaba era cuando escribía? Ingenuo.

Recordaba las pocas veces en que él había elogiado su forma de escribir y eso le provocaba unas ganas incontrolables de producir algún texto que valiera la pena leer. Ella intentaba llamar su atención haciéndole llegar no sólo lo que le escribía a él, sino también algunos bocetos poco elaborados de sus pensamientos. Sin embargo para ella, él se interesaba bastante poco en todo eso.

Tampoco parecía acusar recibo de sus palabras cuando ella se las dedicaba. No había encontrado jamás la forma de conmoverlo y si lo había hecho, nunca se había enterado. Le había escrito cartas de su puño y letra, mensajes de texto escuetos y desafectados, otros provocadores y atrevidos, y larguísimos mails innecesariamente profundos en los que se exponía de una manera vergonzosa. Él, siempre imperturbable.

Cuando intercambiaban mensajes en tiempo real, sostenían una conversación algo tensa, pero entretenida. Esos intercambios lo mantenían presente en su mente, le permitían recordarlo, y de alguna manera, voluntariamente, se obligaba a hacerlo.

Un día mientras le escribía se dio cuenta de que ya no se acordaba como era su cara; empezó a dudar de haberla visto alguna vez. Era raro, estaba segura de haberle acariciado la frente corriéndole el mechón de pelo que le caía sobre los ojos, y hasta de haberlo besado en la boca, pero no estaba segura.

Lo recordaba por partes, fragmentado. Había algunas fotos, sí… Y aquellos mensajes. Y ella lo mantenía todo unido escribiendo.  

Había días en que era apenas un rectángulo azul titilando en la barra de tareas de Windows. Pero ya ni siquiera podía imaginar sus dedos largos tecleando apurados las respuestas. 

Otros días él la miraba desde las fotos, y entonces ella intentaba componer el todo: su pelo, su boca, sus cejas, sus ojos. No alcanzaba. También notó que sonreía poco en las fotos. Sonreía poco casi siempre, pensó. Pero no estuvo segura de si era cierto o si sólo era lo que veía en las fotos.

Él era una especie de rompecabezas que se armaba sólo de vez en cuando, tomaba forma, voz, cuerpo y la avasallaba. Como en un sueño lo veía dormir, comer, cocinar, reír, hablar. ¿Eran escenas de alguna película, o eran recuerdos? No podía contestarse esa pregunta.

Descubrió con algo de pena que él sólo seguiría existiendo si ella seguía escribiendo. Con esa omnipotencia divina lo primero que hizo fue cerrar sesión. Y luego ¡puf! él había desaparecido.

Luego volvió al principio, apretó Ctrl+Shift+Fin+Supr. ¿Desea guardar los cambios? leyó en su pantalla. No, pensó ella. No quiero. Él ya no estaba, y era mejor así. Era mejor dejar de escribir.