sábado, 13 de noviembre de 2010

Aprender


Sucede que varias veces en la vida uno se enfrenta a situaciones similares, y tiene la sensación de dar vueltas en círculos. Uno parece no estar avanzando, y si lo hace, se siente propenso a tropezar con la misma piedra en el mismo lugar del trayecto que la vuelta anterior. Pero en este eterno deja vú que sin lugar a dudas es vivir, llega ese punto de quiebre, ese punto en el cual uno inesperadamente escapa por la tangente, intenta algo diferente y se sorprende a uno mismo. La noche del Viernes me encontró allí, en ese punto de inflexión.

Respiraba yo ayer el aire fresco de la noche porteña... Y vale decir, ¡cómo me gusta Buenos Aires encendida! La 9 de Julio drenando la locura de un día agitado, esas pantallas gigantes emulando groseramente a Nueva York... Me subí a un taxi, es parte del encanto. Llegué a la curva que hace Pellegrini con Lavalle, giramos y bajé en Diagonal. Respiré profundo y casi sin mirar me tomé la combi que me traería de regreso a casa. Sentada allí, abrí la ventanilla y cerré los ojos. Me sentía inquieta y ansiosa, reviviendo uno de los tantos círculos infinitos de mi vida. La cabeza cargada de pensamientos que no llevaban a ninguna parte...

Entonces me di cuenta. Ví la señal de "replay" y decidí poner el "stop". No, de nuevo no. Esta vuelta no la doy otra vez.

Necesitaba musicalizar ese momento. Subí el volumen de mi teléfono y canté sin angustia un "Viva la Vida". A eso le llamo yo aprender.

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