martes, 14 de febrero de 2012

Ausencia


Acostumbrarse a la ausencia es nunca estar solo. La ausencia es fiel y es compañera. Sentir el hueco que nos dejó quién sabe quién, quién sabe cuando, y convivir con eso. Vivir en una pesadilla permanente, queriendo despertar y sin poder hacerlo. La sensación de nunca estar solo, sin estar completo. Y eso de buscar desesperadamente en los ojos ajenos el refugio que no recordamos haber perdido. Es una amnesia profunda, una náusea cotidiana, es el dolor punzante en los brazos que no abrazan, en la boca que no besa. Te acompaña la ausencia y se te hace carne, te respira en la nuca, se duerme con vos cada noche y te canta. Es un lamento constante, un llanto lejano a plena luz del día que no podes dejar de escuchar, aún en medio del ruido y el tumulto callejero. Tu ausencia me acompaña, a cada paso. Me da la mano y me ayuda a seguir caminando. Me estoy enamorando de tu ausencia, llena de preguntas sin respuesta. 

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