jueves, 1 de septiembre de 2011

Fue @mor



Fue apenas una excusa inventada por el destino, una combinación de esas que a veces ocurren y en vano es tratar de encontrarles explicación.

No vale la pena siquiera contar cómo fue que llegaron a encontrarse, pero lo cierto es que lo hicieron. Y así como llegaron a encontrarse, fortuita y caprichosamente, se desencontraron apenas unos pocos días más tarde y para siempre.

El intercambio de correos era digno de un novelista romántico de poca monta, y sin embargo aquello fue entonces tan real como los nombres que llevaban escritos en sus respectivos documentos.

Hoy todavía me pregunto si atribuirle a su juventud la calidad de ese intercambio es lo suficientemente justo, y si no vale la pena darle al fugaz romance el valor que en verdad tuvo. Que fue breve, de eso no hay dudas. Pero como dice la canción: "cada vez que pienso en vos, fue amor... fue amor".

Y él lo sabía, aún a pesar de su juventud, cuando escribía desesperado estas líneas que aquí transcribo:

"La órbita entre vos y yo es perfecta. El gran enemigo del amor no es ni el odio ni el miedo, es el desencuentro. Y ese relámpago de vida que uno tanto espera, esa bocanada de pasión y encanto, te pega en el pecho en el momento menos indicado. Pero paradójicamente, el momento menos indicado es el más indicado, porque es cuando sucede. Y punto. Nos vimos una sola vez, y estamos absolutamente empapados el uno del otro. Nos soñamos, nos imaginamos, nos pensamos, nos buscamos. Sabés que lo que nos pasa no es frecuente. Y no sé cuantas veces más va a pasarme esto de llegarle a alguien tan adentro, y que ese alguien me toque tan profundo a la vez. Y que la magia sea mágica de verdad. No sé si eso va a volver a sucederme, y eso me sacude. Me hacés temblar. Te lo juro. Estoy temblando ahora mismo. Y me acuerdo de todos y cada uno de tus gestos y me desmayo. Y no quiero renunciar a vos, no quiero. Porque esta historia es tuya y mía solamente. (...) No te ofrezco grises. No te propongo planos intermedios ni agua tibia. Te pido que por un momento me dediques una porción de tu tarde o de tu noche. Y que mientras el mundo duerme te concentres en nosotros. En la forma en que se desató esta catarata. En la forma en que fluímos. Y sentí. No puedo más que decirte lo que siento que es la única forma que tengo de llegarte, y es lo que siempre hicimos. Y es la base sobre la cual se construye esta historia que no creo se vuelva a repetir. Ni en tu vida ni en la mía."

Pero ella no. Ella no supo entonces de qué hablaba él.

Diez años más tarde encontró estas páginas. En medio de la mudanza, apenas unos meses después de su divorcio (está de más decir que no se casó con el que escribió estas líneas sino con otro) se sentó en el piso de un cuarto vacío a releer cada una de estas cartas y lloró amargamente.





2 comentarios:

  1. ¿Lloró? Casi lloro yo también. Y es que es tan fácil sumergirse en la vorágine de la poesía. Las palabras endulzan; uno mismo queda atrapado en el desfile de palabras delicadas y exquisitas que, sin que nos demos cuenta, embellecen el sentimiento.
    La distancia idealiza, el desencuentro fantasea, y fantasea con que, por una vez, esa persona no será persona, no será humana, no será mortal, no será mujer ni hombre. Cuando la distancia se acorta, una mujer es una mujer, y un hombre es un hombre, con todo lo que eso implica, más la pisca personal de cada uno.
    Cuando lo ideal aterriza, las palabras..también saben herir.
    No creo que llore por lo que no fue, o lo que pudo haber sido, sino por la necesidad de creer en los cuentos de hadas, que nos desespera. La misma necesidad que tuvo cuando se puso un vestido largo y blanco y juró amar para toda la vida, hasta que la muerte los separe: “…y vivieron…felices…por siempre”.

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  2. Llega un momento en que la idealización se cae, Sole. Y no queda más que la realidad, insolentemente sincera. Y es ahí como vos bien decís, cuando la distancia se acorta, y una mujer es una mujer, y un hombre es un hombre. Y no sé si estamos preparados para eso... :)

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