sábado, 5 de octubre de 2013

Plan absurdo

Enamorarse le parecía el mas absurdo de los planes. Sin embargo esa mañana cuando despertó, sintió que era bastante posible que hubiera sucedido.

Hacía tiempo que había dejado de sentir alegría al pensar en alguien, y eso era para ella sinónimo de enamorarse. Estar enamorada era estar alegre, la hacía sonreír, cantar, sentirse llena de ganas de hacer cosas. Veía lejana la posibilidad de que volviera a suceder, aunque no perdía las esperanzas.

Fue por eso que a pesar de que todavía sentía algunos dolores antiguos y otros mas nuevos, se había dispuesto a dejarse sorprender cuando del otro lado de la pantalla él tipeaba unos cuantos numeros y la invitaba a cenar. Lo dudo un poco, no estaba acostumbrada a este sistema ni a los hombres concretos. Dejó pasar algunos días antes de responderle, hasta que finalmente se encontró escribiéndole un mensaje un Viernes por la noche.

Después, el encuentro. Natural, impensado. Fluyeron las palabras, las miradas, se dejaron ver, se vieron. Y entonces, así como había escrito en alguna parte alguna vez, volvió a creer que podía ser posible.

Decidió que iba a dejar de lado todas las posturas absurdas que conocía, que no iba a dejarse tentar por los mismos viejos errores, que se iba a permitir ser ella misma por una vez en la vida, pero esta vez la mejor versión de ella misma. Decidió también que iba a mirarlo siempre con ojos honestos, que le contaran quien era él. Decidió dejarse llevar y hasta volver a confiar. No había manera de no hacerlo cuando él la miraba con sus ojos transparentes y le mostraba toda aquella claridad. Supo de alguna manera que podía seguir sus impulsos, porque él la había tomado de la mano con firmeza y ella se había sentido segura.

Esa mañana cuando despertó y él fue su primer pensamiento del día sonrió y supo que el plan más absurdo estaba en marcha. Y se dispuso a disfrutarlo.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Desde que te perdí




El final de una relación no es un momento feliz, en la mayoría de los casos. Sin embargo esta canción es una canción feliz, aparentemente. Habla sobre lo que sucede al finalizar una relación de pareja, lo que le sucede a él: el protagonista de esta historia. La música, alegre y pegadiza, en un ritmo con reminiscencias de flamenco y olor español, mezclado con algo de canción popular uruguaya, nos invita a bailar y sonreír al mismo tiempo. Nos invita a festejar el final de esta relación, que aparentemente ha dejado al protagonista en una situación más que favorable. “Desde que te perdí, se están enamorando todas de mí” recita él al comenzar la canción, y así nos invita a imaginar un mundo en el que de repente él se ve libre y rodeado de mujeres que lo pretenden. No existe la tristeza ni la nostalgia por la mujer que perdió, no hay dolor por el final del amor y todo es un mundo de posibilidades que se abren ante sus ojos. Siente y disfruta de la libertad que antes no tenía e incluso pregona, es mucho más feliz que antes. Sin embargo, al terminar la canción, se sincera sobre lo que de verdad está sintiendo. “Desde que te perdí hago lo que me da la gana, desde que te perdí ya no tengo ganas de nada”… Entonces, uno se da cuenta que toda esa alegría no es más que una postura para ocultar lo que ya todos sabemos, que el final de una relación no es jamás un momento feliz.


Volver



Fin de las vacaciones. Resulta que volví a la facultad. Segundo cuatrimestre recién comenzado. Y entonces hay que volver a poner las neuronas en funcionamiento, o sea, mi parte preferida de estudiar. 

Empiezo a cursar Introducción a la Comunicación, y me cago en casi todas las teorías que existen sobre comunicación, pero ese es un tema aparte. Como tarea, para cada clase, debemos escribir una especie de reseña sobre una película, un libro y una canción que nos gusten... Y no sólo eso, también hay que explicar por qué nos gustan en unos pocos caracteres.

Facultad querida, me volvés a poner en este lugar que es el que más me gusta: el lugar en el que me siento a escribir por obligación, y con un placer inmenso. Porque nada me gusta más que escribir ¡y encima por obligación! Ya sé, suena a ironía, pero no lo es.

Así que aquí estoy yo, que estuve mirando mucho "Sex and the city", y me siento un poco Carrie Bradshaw, y ando con ganas de compartir algunas de esas pequeñas producciones que, como todo lo que encuentren en este blog, van a permitirles conocer parte de mí.

Aquí nomás, seguidito a este, largo el primero de estos posts. Ojalá les guste.

Victoria (parcial)




martes, 13 de agosto de 2013

Del amor al odio



- Soy discontinuo - le había dicho él en la última de sus apariciones, después de no haberse visto por cuatro meses. Discontinuo, pensó ella. Qué palabra de mierda para justificarse. Definite de otra manera al menos, de alguna manera un poco más honesta. Pero en vez de eso, le sonrió como sabiendo de qué hablaba y aceptó tácitamente su estupidez. - Regalate en un outlet, gil.- Eso le tendría que haber dicho. Pero siempre se le ocurrían demasiado tarde las mejores respuestas.

Muchas veces, igual que esa vez, había sonreído frente alguna de sus estúpidas frases para justificar su falta de presencia, de constancia, o al menos de algún tipo de consideración. Se acordó de "Bette Davis en el cuarto de baño". Entendió el odio de esa mujer, el asco que le producía ese hipócrita con el que se acostaba de vez en cuando. Se sintió igual, asqueada. 

Esta vez no se guardó ni un sólo insulto. No toleró ni una sola más de sus justificaciones imbéciles y cobardes. Se acordó de todas y cada una de las veces en que él la había maltratado. El maltrato, pensó, no es solamente un golpe o un insulto. El maltrato solapado de un señor con modales de Lord es aún peor.

Se había depilado, ansiosa por la idea de pasar con él la noche y él, como tantas otras veces, sin otra explicación más que "estoy de mal humor" o "tengo un mal día" había cancelado el encuentro. No importaba cuántos arreglos hubiera hecho ella para verlo, ni sus ganas, ni su alegría con sólo pensar en pasar con él un rato. La enfermaba que sólo él le produjera esa alegría ridícula y patética. Él, una vez más, había cancelado el encuentro tan esperado por ella; sólo por ella evidentemente.

Él siempre elegía los momentos de acuerdo a su conveniencia o a su estado de ánimo. Jamás había conocido a alguien tan egoísta y sin embargo, se había adaptado a cumplir con esas normas que él proponía. El acuerdo siempre fue: mientras a él le venga bien, cuando a él le venga bien, pero él prefería usar el plural para asegurarse que todo fuera claro, consensuado y sobre todo "honesto".

Ella era tan culpable como él de esa relación enfermiza y desigual. Estaba enamorada de un sorete, y no tenía remedio. Tenía temor de perderlo, no se imaginaba la vida sin verlo más. Aceptaba todo, incluso lo inaceptable. Arrastraba su dignidad y su amor propio cada vez que él la llamaba. Ahí estaba siempre, y se odiaba por no poder poner un límite a sus canalladas.

Estaba ahí cada vez que él tenía la necesidad de tenerla. No importaba para qué: el sólo hecho de que él la necesitara la hacía sentir importante, la llenaba de esa patética felicidad que se esfumaría en cuestión de horas. Pero ella pensaba que valía la pena.

Él estaba triste y confiaba en ella. Le contaba sus miserias e incluso se lamentaba por sus amores fallidos. Y ella lo abrazaba, le secaba las lágrimas y le decía cuánto lo quería.

Él estaba caliente y con ganas de cogérsela. Y se acercaba como un animal en celo, tirando frases que sabía surtirían efecto en su presa. Y ella le dedicaba horas de su cuerpo.

Él estaba melancólico, extrañaba los momentos de intimidad que sólo se tienen con una compañera, eso que hace tanto tiempo él había perdido. Y entonces ahí estaba ella, para compartir unos mates y una película tonta un domingo por la tarde.

Él tenía fantasías inconfesables, fantasías que sólo se atrevía a contarle y a proponerle a ella. Y entonces ella inventaba una femme fatal que pudiera satisfacerlo.

Y aún así, cuando ella no era más que para él, y sentía que cobraba vida sólo cuando estaba con él, el muy hijo de puta se le sentó enfrente esa tarde y le dijo: - yo nunca me imaginé con vos, no en un noviazgo-.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Pensó en todas las maneras posibles en que podía ofenderlo y si podía, también lastimarlo, pero en ese momento no pudo. Aguantó, se subió al auto y lloró como una criatura. Sola.

Pasados los días, el asco y la ira seguían dándole vueltas por el cuerpo. Y como había hecho otras veces decidió soltar la furia, herirlo adrede, y usó todas las palabras que conocía para eso. Temeroso quizás de alguna reacción hierve-conejos al estilo Glenn Close en "Atracción Fatal", él optó por borrarla de su vida. Ella se sintió capaz de hervir un conejo y más, pero era más inofensiva de lo que parecía.

Dolía, sí que dolía. Recordaba cada palabra, cada minuto que le había dedicado, y su displicencia e indiferencia como toda respuesta. Y sentía que la bronca le subía por el cuerpo y le estallaba en la garganta y en los dedos. No podía dejar de llorar ni de escribirle mensajes espantosos, de los peores que había escrito en su vida. Y eso que había sido cruel más de una vez. Cuando la herían aullaba como una hiena, y sentía que era capaz de convertirse en alguna especie de monstruo incontrolable. ¿De dónde provenía todo aquello? Se habían escapado todos sus demonios, se había transformado en esa hiena aullando herida, sin consuelo, sin remedio. Sintió que lo odiaba.

Todo ese amor y esa incondicionalidad que le había dedicado durante años se transformaron en la verdadera imagen de este hombre egoísta, desconsoladamente solo e incapaz de amar a nadie. Realismo puro. Y entonces no hubo regreso.

Se alegró por fin de no tener que tolerar más justificaciones porque ya tenía todas las respuestas que necesitaba. Él no era ni más ni menos que un hijo de puta.


martes, 6 de agosto de 2013

Here, there...

Ahí está él, y él es presencia. Me despiertan sus mensajes y con ellos también me voy a dormir. Él está y me está esperando. Quiere verme, me piensa. Me lleno de recuerdos y lo extraño. ¿Qué es lo que me mantiene acá y no salgo a buscarlo? Empezamos una historia que podría haber sido amor, y mis miedos lo entorpecieron todo. Sin embargo él no se fue. De alguna forma sigue ahí, y me pide una palabra, una sola que le permita volver. ¿Podré dársela? La tengo guardada. Miro de nuevo la pantalla del teléfono y ahí está. Lleno de ternura, algo ingenuo, poniendo la distancia prudente para que no vuelva a lastimarlo, pero siempre con esas ganas que se tienen de querer cuando todavía se cree en algo. No esperes nada, me dice. A mí, que no hago otra cosa que esperar. El primer beso perfecto, y las caricias que tanto necesitaba. Me llenó de todo aquello que yo pedía, quería y no tenía. Me dijo "me encantás" mirándome mientras yo dormitaba a su lado acostada en una cama cualquiera. Y yo acá, escribiendo. En vez de salir a encontrarlo. 


domingo, 28 de julio de 2013

Cruzar



Casi no pudo dormir esa noche. Estaba inquieta y pensativa, así que se declaró definitivamente insomne. Aceptó que la ansiedad iba a tenerla despierta y se relajó en el cansancio que no iba a poder remediar. 

Se levantó de la cama y caminó por la casa a oscuras, tratando de no tropezar con nada y atinó a prender alguna luz para no sentirse tan perdida, pero fue sólo un miedo tonto. En su casa se sentía increíblemente a gusto, esa casa que de a poco había convertido en suya decorando con recuerdos, festejos y muebles nuevos. Perderse en su propia casa no era posible. 

Buscó su atado de mentolados, prendió el primero y encendió la computadora. Escribir como indicación terapéutica, pensó. No había ansiolítico capaz de apaciguar sus pensamientos tanto como la escritura. Dudaba permanentemente de sus condiciones para hacerlo, sin embargo persistía. Y tenía incluso la ilusión de alguna vez publicar todo aquello que durante años fue sumando a un blog que alguien la inspiró a abrir. 

Esa noche, como tantas otras, sus pensamientos estaban puestos en él. En ese él que había conocido hacía unos pocos días. No era el mismo de siempre. Había llegado a conocerlo de una manera diferente, y quizás era eso lo que la mantenía despierta. De repente le encontró explicación a un sinfín de dudas que la habían hecho sufrir por años. Todo tenía su lógica en el dolor de él, en ese dolor profundo y enquistado que sin meditarlo, él se había atrevido a soltar todo de golpe frente a ella, para ella. 

El alivio que trae la comprensión es indescriptible. Sentir como todo se acomoda y cae en su lugar sin esperarlo. No eran explicaciones, no. No eran esas explicaciones que ella había reclamado tanto y tan brutalmente tantas veces. Era él, desnudo. Desprovisto de toda estructura, de toda coraza, de todo miedo.

No tenía remedio para su dolor. Podía escucharlo, entenderlo, decirle sin tapujos todo aquello que pensaba, serle honesta y frontal. Obligarlo a profundizar y a repensar por caminos alternativos todo aquello que él venía transitando siempre en un mismo sentido. Pero no podía hacer más que eso. Se sintió algo impotente, pero a pesar de ello, se dio cuenta de que en ese mismo momento en que él abría su corazón y le mostraba su lado más oscuro, la única opción que le quedaba era la de entregarse ella también. Para qué iba a seguir peleando contra su instinto, que no hacía más que empujarla hacia él. 

Y entonces, esa noche sentada frente a su computadora, tratando de poner en palabras todos sus pensamientos, decidió aceptar que estaba dispuesta, sea cual fuere el resultado, a atravesar ese puente para ver qué había del otro lado. Ese puente que sin querer habían construido juntos por años.  

No había un plan. Decidió deshacerse de toda estrategia, de todo cálculo y previsión. Si iba a hacerlo, iba a hacerlo a su manera. Y dejando atrás sus propios miedos y expectativas, le dijo naturalmente que lo quería. 

Él no salió huyendo espantado, no. Y con dulzura y sin apuro se preparó para al día siguiente, sentarse con él a almorzar frente al río, despojados de intenciones, para más tarde reencontrarse en la más absoluta confianza como base de todo.  Y le pareció que estaba bien. 




lunes, 22 de julio de 2013

Ciegamente


La confianza es un aspecto del amor.
Si lees esto, entrégate de manera total.
Si te entregas a medias, no lo llames amor, llámalo entretenimiento.
Te expondrás al peligro, sí, pero también a la verdad y la magia.
Y es un vértigo por el que vale la pena arriesgarse.

Alejandro Cossavella


Un día cerrás los ojos y te lanzás al vacío. No sabés de dónde sacaste el coraje, pero te sentís inmortal. Y saltás. Hablo de ese amor maníaco, enloquecido. No hay forma, si no, de hacer una cosa semejante. Sólo estar atravesando un preocupante estado de exaltación absoluta de los sentidos y el juicio. ¿Eso buscamos cuando decimos "me quiero enamorar"? 


Yo prefiero pensar en algo un poco menos trágico, porque convengamos, la caída suele ser trágica en la mayoría de los casos. Y el final, anunciado.

Amar ciegamente es amar sin ver al otro, literalmente. Es acaso encandilarse con su belleza, con sus más notorias virtudes, que quizás no sean las más notables. Es no ver lo que no se quiere ver. Es vivir en una fantasía donde acaso todo es perfecto sin serlo. Atravesar los días así, intoxicado por un ideal que nos permite creer que todo es posible, al menos por un tiempo. Para luego caer en la cuenta de que nada es lo que parece, y pensar seriamente en la posibilidad de desaparecer. 

Yo prefiero verte, con todas esas espantosas partes tuyas que te hacen tan único, tan para mí. Quiero mirarte y saber quién sos, pero sobre todo, saber quién soy yo. No hay forma en que puedas perderte si amás mirando, porque no hay engaños, no hay pareceres. Sólo una realidad que te acerca a lo más genuino de tu ser y al del ser que estás mirando. 

Yo prefiero entregarme, así como me ves, con mis libertades condicionales. Que sepas dónde estoy aún sin saberlo, porque el sentido de pertenencia no genera más que una dependencia extrema de un montón de explicaciones innecesarias, incómodas y paranoides. Y vos no las necesitás para saber que soy tuya, hasta el último rincón de mi ser. 

Te quiero amar libremente, y alegremente. Repararte, aunque no tengas arreglo, o ayudarte a juntar tus pedacitos. Quiero devolverte la sonrisa, esa que te queda tan bien, y secarte las lágrimas todas las veces que sea necesario. 

Yo prefiero que seamos a que parezcamos. Que nos tengamos en vez de escasearnos. Hace tiempo soñé que íbamos volver a encontrarnos, y así fue. Porque así es siempre. Inevitable, con toda su fuerza, con toda su intensidad, con toda su verdad. 

Si arriesgamos tanto por una mentira, ¿por qué no atreverse a entregarse por algo de verdad? Y la verdad es, querido, que podemos seguir jugando al desencuentro, pero que no hay nadie más cerca de poder vivir un amor de esos que no matan ni mueren, como nosotros dos. Uno de esos que te tienen el alma contenta, nada más y nada menos. 

Sólo hay que atreverse, y confiar. Ciegamente. 


miércoles, 17 de julio de 2013

Esperarte

Te imaginé de todas las formas posibles. Caminé a tu lado, de la mano, y abrazada a tu cintura. Me agarré fuerte de vos trepada a una moto, y apoyé mi cara en tu espalda, con los ojos cerrados. Me acosté en tu cama, y vos en la mía, y te acaricié las piernas con mis pies huesudos. Fuimos juntos de viaje, recorrimos playas y montañas, sufrimos calor y frío, y dormimos tapados hasta la nariz en un día de lluvia. Te vi subir las escaleras, sonriéndome de lejos. Te sentaste en el suelo de casa a jugar con autitos y a ver dibujos animados. Nos besamos delante de una pantalla de cine, a oscuras, en una sala vacía. Me acompañaste cuando lloré, y me abrazaste para reírte fuerte conmigo. Inventamos la manera de querernos a pesar de la distancia, nos mojamos en un río lejano y nos secamos al sol, tirados uno al lado del otro. Y al terminar el día te soñé, de todas esas maneras. Me desperté y estaba sola; sonreí entredormida y te esperé. 

domingo, 14 de julio de 2013

Cumpleaños feliz


Hace tres años y unos meses me senté a hacer en pis en un frasquito. Puse la varita adentro, tal como indicaba la caja. Esperaba una línea, como las otras veces. Pero no, esta vez fueron dos. Dos líneas claras y rojas fue la forma en que me enteré que ibas a existir. Me temblaron las piernas, se me doblaron, literalmente. 

A partir de ahí el mundo se dio vuelta. Pasaron muchas cosas por mi cabeza, y tuve miedo. Sabía que estaba sola, que de una u otra forma tu papá y yo no íbamos a vivir juntos este embarazo. No lo quise creer al principio, pero poco a poco mientras pasaban los días y la panza crecía me fui adaptando a esa realidad. 

Lloré mucho cada día porque nada había sido como lo soñé. Sentí que vos llorabas conmigo, pero la verdad no lo sé. Sólo sé que me llené de angustia, de un dolor agridulce, y que durante meses viví en una nube de tristeza. Vos crecías y yo podía verte en cada una de las ecografías, pero estaba ausente. Te movías incesantemente, tu corazón latía a un ritmo desconocido para mí hasta entonces. Me recordabas tu presencia todo el tiempo, y me tuviste paciencia. Yo sólo lloraba mi soledad. Me sentí egoísta, no sabía de dónde iba a brotarme el amor que debía darte. 

Llegó el día en que naciste. Apareciste, te vi, y no necesité amarte porque fuiste el amor en esa forma de ser humano imperfecto y pequeño. Me pasé tu primera noche despierta, mirándote incrédula y recuerdo que pensé que eras para siempre. El amor y la eternidad los aprendí ese día.  

Mañana cumplís tres años. Y sólo por vos es que aprendí a amar de nuevo. Porque me trajiste luz y sentido. No importa cuánto haya sufrido, no importa el dolor ni cuánto haya perdido en el camino. Vos llegaste a mi vida para enseñarme muchas cosas, y sos el maestro más piadoso que podía encontrarme. Gracias hijo, porque mañana festejaremos dos nacimientos. Y será un cumpleaños feliz, para los dos.





miércoles, 26 de junio de 2013

Reconstrucción

Nadie dijo que fuera fácil. Tampoco que fuera difícil. El tema es que, dicen, debemos superar algunas cuestiones en nuestras vidas, cuestiones más o menos traumáticas que nos atravesaron en algún momento y que hay que ver cómo sobrellevar, y si es posible dejar atrás.

Dentro de esta categoría de situaciones traumáticas podemos hablar de duelos, de separaciones, de pérdidas que nos marcan inevitablemente y que nos obligan a hacer un proceso y cambios, internos y  externos.

Muchas veces se trata nada más ni nada menos que de rearmarse anímicamente, de reconstruirse mentalmente frente a algo que nos dejó pedaleando en el aire o estrellados contra el piso. 

En un primer momento uno siente la devastación, el dolor, mira alrededor y ve todo en ruinas. Y frente a eso, es incapaz siquiera de mover una mano para correr un cascote y dar un paso, o al menos de sacudirse el polvo. Este es el momento inmediatamente posterior, ese momento en que uno se da cuenta de que algo pasó y de que ya nada es lo que solía ser. Al momento uno yo lo llamaría "el momento inmóvil". 

Luego, durante un tiempo, se aprende a vivir en medio de las ruinas, a caminar entre escombros, en un espacio desolador, triste. Uno se acostumbra a la nada, al transcurrir de los días en un sinsentido permanente, pero aún así tolerable. Al momento dos yo lo llamaría "el momento gris".

Después de esto, dicen, hay que salir del agujero interior. Debería uno empezar a sentirse un poco mejor, a retomar contacto con lo mejor de la realidad y de la vida: con el placer. Esta quizás sea la parte más difícil. Hay que remover los cascotes, limpiar el terreno para poder ver claramente otra vez dónde estoy parado. A este momento yo lo llamaría "el momento limpieza".

Al fin, uno vuelve a sentirse a bien. Logra rearmarse, conectarse y disfrutar. Vuelve a ver con claridad y a respirar con cierto alivio. Este para mí sería "el momento luz". Pero esto es lo que dicen, yo aún no lo sé. Porque en alguno de los momentos previos me quedé varada, y si no me quedé, al menos suelo regresar de vez en cuando. 

Hace poco alguien me dijo: "a vos hay algo que no te deja disfrutar de la vida". Chocolate por la noticia, pensé. Pero es cierto que aún hay algo, algún proceso que no logro hacer, alguno de estos "momentos" que no logro atravesar para avanzar. ¿Será eso? ¿O será que esta teoría no es más que eso y que una vez que todo se cayó y se hizo añicos entonces ya nunca más se vuelve a estar bien? Resiliencia, divino tesoro. Eso me viene a la cabeza. 

Los tiempos propios para superar ciertas situaciones en la vida, a veces no son los esperables o los necesarios. Claro que en la mayoría de los casos estamos hablando de las expectativas y las necesidades de otros y no de las propias. Resulta que uno a veces hasta se apropia de las expectativas y necesidades ajenas y quizás ahí esté el problema. O quizás en que uno crea que la inmediatez en la recuperación es lo que garantiza la sanidad mental. 

Lo que yo creo es que, si existe la voluntad de estar mejor, entonces estamos bien encaminados. Probablemente a algunos se nos haga más difícil que a otros. Pero para qué comparar... Hay que confiar  en que uno tiene la capacidad de seguir viviendo, de seguir amando, de seguir creyendo, aún después de haber caminado entre fantasmas por un tiempo. 



jueves, 25 de abril de 2013

Señales


Una amiga me convenció. Me parecía ridículo pero al final dije ¿por qué no? Me había nombrado un par de sitios de estos para encontrar "pareja". Entré a todos. Si iba a hacer el intento mejor que jugara en la Nacional, Provincia y Montevideo. 

Primero tuve que pensar un apodo, y la verdad que no fui muy osada. Recordé que hace algunos años, un grupo de armenios con el que trabajaba en el Once me había bautizado "Vikka", que según decían era mi nombre en armenio, ¿o era en ruso? Porque también había rusos en ese lugar. Ahora que lo pienso dudo un poco sobre el origen del apodo... En fin. Fui Vikka, 34, separada. Elegí una foto bastante decente y me lancé al universo de encontrar hombres por Internet  En realidad un hombre, no es que anduviera buscando muchos tampoco. Con uno me alcanzaba. 

El primero que conocí era un poco menor que yo, espléndido, joven, lindo. Conocer nunca lo conocí, a decir verdad. Apenas nos escribimos, llamamos por teléfono y mandamos mensajes durante un tiempo, todos los días, a cada rato. Sucede que al tercer o cuarto día de hablar durante horas me dijo que estaba enamorado de mí. Eso debió resultarme raro, pero en cambio respondí con naturalidad. Le dije que a los fines de poder responderle a semejante declaración, mejor nos encontrábamos primero a tomar un café. Pero él ya estaba haciendo planes de viaje para los dos, montado en una novela que él mismo había escrito. Ah sí, porque era escritor. Y me escribía mucho. Mucho realmente. Me escribió tanto que me cansé de leerlo. Además la novela tomó giros inesperados, y no pude adaptarme al guión. Había de todo: escenas de celos, reclamos, amenazas, llamadas de madrugada. Se volvió una de terror. Demasiado para mí, dije, y para muestra basta un botón. 

Me decepcioné un poco ante esta primera experiencia, pero no me di por vencida. Locos hay en todas partes. ¿O no?

Mi segunda experiencia fue un poco más normal, apenas. Él me pasó su celular, yo le escribí y arreglamos para salir. Me pasó a buscar y todo, ¡y en auto! Porque hubo otro que se había ofrecido a venir a buscarme en traffic. Me pareció mucho... Yo tengo la cabeza bastante abierta, y no soy muy exigente la verdad, al menos no en este sentido más superficial. Pero ¿en traffic? Además de tanto mirar series yanquis, lo de la traffic me dio muy "psycho". No me animé. Pero me estoy yendo por las ramas... Volvamos a la cita normal. Descorazonada a causa de otro sujeto al que prefiero no recordar, me lancé a esta segunda cita originada en el mundo virtual. 

En el medio hubo flores, desayunos en la cama, cenas románticas y tutti li fiocchi. Me había hecho ilusiones, no voy a decir que no. Pero cuando empezó a hablarme de que había hombres que lo seguían, yo debí haber atendido la señal de alarma. Soy propensa a ignorar las señales igual. Vos me ponés un cartel enfrente, uno grande que diga "por aquí no" y yo agarro por ahí seguro. Tal vez su trabajo sea realmente importante, pensé. Había cuestiones políticas en el medio así que era bastante posible. Démosle el beneficio de la duda. Lo cierto es que al poco tiempo no supe más nada de él. Tuve miedo de llamar a su celular, y a su casa ¡ni loca!  ¡Si me dijo que tenía la línea intervenida! No, yo esos riesgos no puedo correr.

A veces mientras miro la tele imagino que va a aparecer en el noticiero una foto suya y un epígrafe del estilo "se desconoce el paradero". Después me río, sola, con la notebook sobre la falda mientras navego por sitios para buscar pareja. Porque para ser sincera, yo me hago la  boluda, pero las señales de alarma las veo...




lunes, 8 de abril de 2013

Helter skelter

"Siempre fuimos lo único constante en la vida del otro. Vos y yo resistimos. 
Quizás de eso se trate el amor, de resistencia". 


Yo nunca me había puesto a pensar que había distintas formas de siempre.  
Siempre quiere decir "en todo o en cualquier tiempo". Y también quiere decir "cada vez que se da una situación determinada". 
Yo pensé que lo que quería era un siempre de los primeros, un siempre constante, metódico, sistemático. Uno que se diera en todo o en cualquier tiempo. Todo el tiempo, bah. Aunque fuese a terminar alguna vez. 
Pero después lo pensé mejor, y me decidí por un siempre que sólo fuera a veces. Éste es más bien un siempre del segundo tipo, que se da sólo en situaciones determinadas y que no tiene un final previsto, como el otro. 
Yo prefiero nuestro siempre. Aún cuando sea un siempre discontinuo y desordenado. 
No quiero que vivamos felices por siempre, no. Vivamos felices a veces. 
Tenemos la opción de tenernos siempre, cada vez que queramos. La posibilidad de ser inconstantes en lo inmediato pero sin la certeza de un final anunciado.
Porque al fin y al cabo, lo interesante quizás sea permanecer, resistir al tiempo, aún en la inconstancia, en la locura, en el caos.
Yo quiero irme y volver, siempre. O al menos cada vez que se de una situación determinada...




viernes, 1 de febrero de 2013

Carta a un hombre que no me quiere


Dicen que la forma en que una relación empieza determina las características de su desarrollo y hasta de su final. La nuestra no empezó bien, y teniendo en cuenta esto que dicen, era bastante improbable que en algún momento se corrigiera.

Hace ya suficientes años que nos conocemos, los suficientes como para darnos cuenta de quienes somos. Y a pesar de los intentos de no poner expectativas en esto, ambos lo hemos hecho de una u otra manera. Yo siempre esperé tener un lugar en tu vida. Un lugar que nunca quisiste o pudiste darme por las razones que sea. Ni siquiera puedo decir que seamos amigos. Somos apenas dos personas que sin ser “algo” hemos compartido más de lo que muchos siéndolo. Vos siempre esperaste que yo no te diera dolores de cabeza...

Sos consciente de que hice más de un intento por aceptar las reglas del juego, reglas que siempre pusiste vos y esperaste que yo entendiera además de aceptar sumisamente. “Vernos” debía significar no hacer pedidos, ni preguntas, ni reproches, ni reclamos. Siempre fuiste claro en eso, y por más crudo que fuera, era lo más honesto que podías darme. Porque hay algo que debo reconocerte: conmigo siempre fuiste ese que verdaderamente sos, sin caretas, sin tener que pretender otra cosa, ni sostener un personaje que no existe, ni tener esforzarte por complacer a nadie. Tu honestidad y tu transparencia fueron lo mejor y lo peor que recibí de vos. Porque yo siempre supe, desde el día que te conocí, que lo nuestro no iba a tener jamás evolución alguna. Esperar que la tuviera, o que la tenga, es mi peor error. 

Me diste miles de razones por las cuales no avanzar. Porque íbamos a arruinar lo que teníamos, porque por cosas tuyas y cosas mías jamás iba a funcionar, porque estabas bien solo, porque no querías tener que darle explicaciones a nadie, porque simplemente algunas relaciones no maduran, porque yo te encanto y la pasamos genial juntos pero… Lo cierto es que la razón principal es porque no querés. O quizás debería decir porque no me querés.

Así fue siempre… yo siempre supe, para qué negarlo. Sin embargo no querías perderme, decías. Estaba bueno tenerme cerca, por nuestras charlas, por la confianza, por la piel que teníamos, por nuestra “conexión” te gustaba decir. Ninguna mujer con algo de amor propio se hubiera enamorado de un canalla semejante, pero yo sí. Y yo tampoco quería perderte. Digamos que algo habrá tenido que ver lo del amor propio, pero principalmente me enamoré porque uno no elige a quien debe amar, simplemente lo ama. O quizás porque dentro de este marco de honestidad e intentos de aceptación de tus peores partes, descubrí también las mejores (no voy a quitarte méritos).

Aquel lugar que tuve cuando nos conocimos es un lugar al que no quiero volver jamás. Más de diez años después, qué clase de idiota sería si aceptara ser tu debilidad temporal entre intentos de amor con otras. Una que te quiere mucho, sin dudas, pero que no está siendo justa ni honesta consigo misma. Porque en ese lugar del que te hablo, hay una tonelada de esperanza de que en algún momento sea yo con la que elijas intentar algo real, algo parecido al amor. Algo que puede resultar muy bien o muy mal, pero que ante todo es algo real. Y de eso tengo ganas.  

Me equivoqué una vez más al pensar que podría tomarte con prudencia y distancia. No hay posibilidades de que me seas indiferente en esos lapsos en que no estamos juntos. No hay posibilidades de que no te espere ni te extrañe, y no hay posibilidades de que no te lo haga saber. No puedo tratarte como vos me tratás a mí, y esto lejos de ser un reclamo, es una realidad.

No vamos a saber nunca “que hubiera sido si” y voy a tener que lidiar con eso sin vos. Voy a quedarme con la sensación de que hubiéramos sido lindos, como te dije alguna vez, si solamente te hubieras animado. Aunque quizás eso sea sólo mi consuelo.

lunes, 28 de enero de 2013

Rewind



Barajar la idea imposible de volver el tiempo atrás y cambiar todo aquello que consideramos haber hecho mal. ¿Qué tan atrás debería volver? ¿Y cuántas veces? ¿Hay acaso un momento en el cual todo se haya jodido de esta manera o se trata de una sucesión de desaciertos concatenados? Probablemente esto último. 

El camino recorrido, las decisiones que se tomaron. Ir en esta o aquella dirección. Hacer esto o no hacerlo. Cometer errores, que otros los cometan. Asumir las consecuencias de los propios actos y sufrir las consecuencias de los ajenos. Llorar por aquello que perdimos. Enojarse por lo que nos hicieron. De eso hablo, de lo que está hecho. 

No hay posibilidad de cambiar absolutamente nada de lo que pasó y sin embargo, aún sabiéndolo, no podemos dejar de sufrir por ello. O acaso yo no pueda. El peso de haber elegido mal tantas veces es demasiado. Y entonces cada día fantaseo con la idea de deshacer mis pasos. Y casi como si fuera realmente posible, la escena transcurre en mi cabeza...

Una esquina en donde nunca debí pararme a esperar.
Un anillo que debí haber devuelto a tiempo.
Una amiga que jamás debió serlo.
Una oportunidad que no debí haber dado.
Un millón de palabras que no debí haber dicho. 
Un beso que no debí dar. 
Un mensaje que no debí mandar. 
Una propuesta que no debí aceptar.
Un hombre al que no debí mirar.
Un esfuerzo que no valía la pena hacer.

La enorme frustración de saber demasiado tarde lo que era mejor para mí. El desconsuelo. 

Cada error deja una marca indeleble. No me reconforta el paso del tiempo. Acaso me sumerge en una desesperanza crónica, y me obliga a sentarme a escribir sobre todo aquello que no me puedo perdonar, ni cambiar. 


domingo, 13 de enero de 2013

¿Qué cambia?

Desde la misma ventana, cada día a la misma hora, veo un cielo diferente.

O acaso el mismo cielo de una manera diferente.

¿Cambia el cielo o cambia la mirada?

Cambia, todo cambia, dicen.

Pero para mí todo depende de cómo se mire...